Al hacer una distinción entre sueño y visión, podemos darle a este último término un matiz diferente del primero, diciendo que la visión es nuestro sueño puesto en acción.
El sueño no lleva a la acción, no tiene compromiso; no tiene coste, pero tampoco beneficio.
La visión, cuando es clara, actúa como una fuerza impulsora que nos empuja a ponernos en movimiento.
Además, los sueños suelen llevar consigo una cierta frustración por lo que pudo ser y no fue. Al soñar nos damos muchas explicaciones que nos sirven para justificarnos y no ponernos en acción para alcanzar nuestros sueños; buscamos culpables en las circunstancias, los demás, la suerte… Siempre que usamos una justificación, nos estamos dando una excusa para no comprometernos con lo que está ocurriendo.
La visión implica comprometerse con aquello que se desea alcanzar y actuar en consecuencia, a pesar de los costes, es decir, responsabilizarnos de nuestra vida.
Cuando no sabemos distinguir entre sueño y visión, tenemos dificultades para entender hasta qué punto somos capaces de intervenir en nuestras propias vidas.
Pregúntate por la capacidad que tienes para diseñar tu propia vida y hacerte cargo de ella a través de la acción.