Miedo, ansiedad y fobia

El miedo es una emoción básica que tiene importancia para, prácticamente, todas las acciones que realiza el ser humano. Se trata de un primitivo sistema de alarma que se dispara ante la presencia de un peligro. Tiene un gran valor para la supervivencia y resulta muy útil, ya que cumple una serie de funciones fundamentales:

  1. Señala la presencia de un peligro.
  2. Activa los sistemas de alerta y la energía necesaria para hacerle frente.
  3. Promueve la precaución y la prudencia.

Para hablar de miedo es preciso que exista un objeto o situación identificables ante los que reaccionamos con miedo; por ejemplo, un león, un terremoto, una serpiente, la muerte, etc. Sin duda, en estos casos está muy claro dónde se sitúa el foco del temor.

Ahora bien, para que resulte adaptativo es necesario que se produzca una cantidad adecuada de miedo. Si tenemos poco miedo podemos actuar con descuido (Pilar se lanza como loca por una pista de esquí desconocida, sin tener en cuenta el peligro); si tenemos demasiado miedo podemos reaccionar de forma muy poco eficaz (Ángel ve un toro en el campo y se pone a gritar aterrorizado, sale corriendo sin darse cuenta de que hay un precipicio).

El miedo se manifiesta de diversas formas. Ángel ante el toro experimenta una serie de sensaciones corporales (taquicardia, sudor, temblor… ). Por su cabeza pasan rápidamente una serie de pensamientos (voy a morir) y actúa de alguna forma (como hemos visto, sale corriendo sin más; aunque también hubiera podido quedarse petrificado).

Resulta fácil explicar en qué consiste el miedo, pero es más difícil precisar qué es la ansiedad, ya que ésta es un fenómeno más subjetivo, más complejo, no es una reacción tan automática. La ansiedad es una reacción emocional en la que pueden estar implicados sentimientos de excitación, alarma, cólera, tensión, enfado, nerviosismo, preocupación, junto con un componente fundamental de miedo. Al igual que en el miedo, forma parte de la ansiedad el aspecto motor o del comportamiento (esto es, la persona puede manifestar una inquietud motora) y también pueden producirse distintas sensaciones fisiológicas (como sudoración, taquicardia, temblor).

Por lo tanto, la ansiedad tiene puntos de contacto con el miedo. Ahora bien, también es distinta del miedo. En ambos casos, las manifestaciones que se producen (pensamientos, conductas y respuestas fisiológicas) son bastante similares, aunque el miedo resulta más específico, más automático (más puramente biológico) y se produce en respuesta a algo concreto. La ansiedad es más subjetiva, se produce ante un peligro menos claro y más difícil de delimitar. Cuando experimentamos ansiedad no reaccionamos ante un riesgo inmediato, sino ante la vaga sensación de amenaza. Además, el miedo está centrado en el presente, mientras que la ansiedad está más orientada hacia el futuro y hacia la posibilidad de control y predicción de los acontecimientos. En definitiva, la ansiedad sería una respuesta más compleja ante una situación, acontecimiento o contexto también más complejo.

De la misma forma que hemos visto en el caso del miedo, la ansiedad también puede afectar el rendimiento (o la actuación) de una persona. En concreto, la ansiedad puede perturbar la acción o facilitarla. Pensemos en conducir un coche, dar una charla o seguir los pasos para disparar un cohete hacia la luna. Con un nivel muy bajo de ansiedad prácticamente no podemos actuar, no llegamos a enterarnos bien ni de lo que exige la situación y de lo que debemos hacer. Pero si la ansiedad aumenta demasiado, puede resultar muy perjudicial, estamos demasiado alterados y no atendemos a los aspectos importantes de la tarea. Por ejemplo, Carlos está en una entrevista de selección de personal y comienza a sentir un elevado nivel de ansiedad; se siente tan ansioso que no puede atender ni a lo que le están preguntando y, probablemente, responderá de forma bastante inadecuada.

En la ansiedad patológica resulta muy común, por una parte, la sensación de que los aconteci­mientos se producen de una forma incontrolable e impredecible (“No podré hacer nada y no se qué ocurrirá”) y, por otra, los cambios desadaptativos en la atención (por ejemplo, en lugar de centrarme en lo relevante de la situación me centro en mi nerviosismo). El hecho de que la persona perciba di­ficultades para poder controlar y predecir los acontecimientos da lugar a una marcada aprensión o recelo acerca del futuro: “Esto podría ocurrir de nuevo y yo podría no estar preparado”.

Por tanto, necesitamos un punto medio de ansiedad, justo lo suficiente como para que estemos interesados y atentos, con una buena disposición y confianza para actuar de forma  eficaz. La ansiedad  nos ayuda día a día en  prácticamente todas  las acciones que realizamos. Tan importante resulta la ansiedad que se ha hablado de ella como de “la sombra de la inteligencia”. De hecho, sin ansiedad pocas cosas se podrían hacer. Seguramente, la tarea de los atletas, los agricultores, los artistas, los ejecutivos, los artesanos, los estudiantes, etc., se deterioraría, y la desaparición de la ansiedad podría ser más peligrosa para el progreso y el buen funcionamiento del ser humano que una guerra nuclear.

En cuanto a las fobias, básicamente son miedos desproporcionados, irracionales y no adecuados, ya que objetivamente no hay razones suficientes que justifiquen la reacción de miedo. Por ejemplo, una persona con fobia a las alturas puede sentir terror de estar en el primer peldaño de una escalera. Se pueden reconocer las fobias por las siguientes características:

  • Son respuestas muy intensas de miedo que resultan desproporcionadas para la situación.
  • Son irracionales, esto es, no desaparecen, a pesar de las explicaciones y/o razonamientos correctos (la persona admite que son irracionales).
  • No están bajo control voluntario. Los intentos que lleva a cabo la persona para vencer el miedo suelen tener poco éxito (“No puedo hacer nada”).
  • Hacen que la persona evite la situación temida.

Si la situación o el objeto fóbicos son muy específicos, el hecho de evitarlos puede no interferir o perturbar excesivamente en la vida de una persona. Sin embargo, en muchas ocasiones, la fobia impide llevar una vida normal y hace que la persona esté limitada de modo muy importante: su trabajo, su vida de ocio o sus relaciones sociales pueden verse seriamente perjudicadas.

 

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